Descripción
Autor: Mario Crespo López
ISBN: 978849458604
Año: 2016
Nº páginas: 141
Menéndez Pelayo y la creación del mito de Pereda, el «Genio natural»
El 23 de Enero de 1911, en la ciudad de Santander, se inauguró solemnemente el monumento a Pereda, levantado por suscripción popular, obra del escultor Lorenzo Collaut Valera, sobrino del novelista Juan Valera.
Un Menéndez Pelayo, ya enfermo, pero perfectamente lúcido, pronunció el discurso de inauguración del monumento. El discurso es una de las mejores piezas de su autor y pone de manifiesto, una vez más, el extraordinario prosista que era Marcelino Menéndez Pelayo. Destaca en él la cuidadosa construcción, la intencionada elección de los conceptos, la perfección de las metáforas. Este discurso, emocionado y vibrante, en el que la voz del amigo se oye sin duda, no es, y avanzamos ya una de las ideas que vamos a defender en este artículo, una obra de circunstancias. Muy al contrario es la formulación definitiva, no ya de cómo Menéndez Pelayo juzgaba a Pereda, sino de cómo quería que fuese el novelista Pereda. Con la inauguración de la estatua, Menéndez Pelayo culminaba una obra que había empezado muchos años atrás, cuando ambos eran más jóvenes, el escritor de costumbres no había todavía llegado a novelista y el joven prodigio montañés esperaba de su amigo la gran novela santanderina.
El examen del discurso nos permite ver las cualidades en las que Menéndez Pelayo cifra la excelencia literaria del novelista de Polanco.
En primer lugar la inspiración. Cuando se siente inspirado, acierta como nadie, dice Menéndez Pelayo. La presentación de Pereda como artista que todo lo debe a la inspiración se repite a lo largo del discurso. Se nos habla de un escritor que escribe por vocación irresistible, que es un intérprete apasionado de la realidad, cuya fuente de literatura está dentro de sí mismo. Un escritor que en el fondo no es un escritor, sino de un caballero cristiano de moral intachable, que escribía libros, cuando la fiebre estética lo devoraba.
Ese escritor inspirado es, necesariamente, irregular. Menéndez Pelayo no tiene problema en admitir los altibajos de la obra de Pereda, es más, los saca a la luz en su discurso, puesto que esa irregularidad es una confirmación del carácter de escritor inspirado, espontáneo, que él atribuye a su amigo. Por eso el orador nos habla de que cuando la inspiración falla, desdeña todo artificio, de que alterna fuerza y desigualdad, de que hay partes débiles y borrosas en ciertas novelas… Es lógico. El artista que escribe bajo el impulso de la fiebre estética, cuando no esta preso de ella, no consigue nada valido, sólo puede recurrir a artificios que el escritor espontáneo que es Pereda, desdeña.
Para poner más de relieve la fuerza de la inspiración del polanquino, Menéndez Pelayo no duda en llamar la atención sobre unas características de Pereda que, a primera vista, pueden parecer defectos y que no dejan de sorprendernos al encontrarlas en un discurso de, eso puede parecer al principio, circunstancias: la falta de cultura literaria, la ausencia de preparación, la carencia de estudios de Pereda. El orador cuya misión es recordar la gloria del homenajeado nos dice que éste no ha tenido maestros, que leyó poco, que a la mayoría de los novelistas modernos no los conocía ni de nombre, que muchos de sus contemporáneos le aventajaron en estudio. Si entresacamos estas frases y las ponemos una detrás de otra componen un conjunto bien extraño para formar parte de un elogio conmemorativo: Alcanzó Pereda la sublimidad en dos o tres momentos de su vida y de su arte… una mezcla de candidez y de adivinación… desdeña todo artificio para disimular el cansancio… Otros contemporáneos suyos pudieron aventajarle en estudio y reflexión… No fue un artista erudito ni siquiera curioso… Todo lo encontró en su propio fondo… Se asimilaba rápidamente lo poco que leía, sin repasarlo después ni preocuparse de ello… escuelas y autores que apenas conoció más que de nombre… pocas ideas… sentimientos primordiales, técnica elemental… Una serie de alusiones que parecen más de censura que de alabanza, vistas desde nuestra óptica. Es llamativa la insistencia de Menéndez Pelayo en presentar esta, llamémosla así, incultura de Pereda como uno de sus atributos fundamentales.
Esta debilidad intelectual, conceptual de la obra de Pereda se combina en ese discurso menéndezpelayino con su naturalidad. Y en este concepto, dado que el estudio, el análisis, la reflexión, la erudición, son los atributos de los que Pereda, gozosamente según Menéndez Pelayo, carece, la naturalidad del escritor José María de Pereda, se basa en su condición de artista primitivo, entendiendo aquí primitivo en su primera acepción del diccionario, es decir, el primero en su línea, el que no toma origen en nada. Es en ese sentido en el que Menéndez Pelayo se refiere a su genio de artista, primitivo y sincero, e insiste en relacionar a Pereda con la literatura más primitiva: uno de los raros focos que nuestro tiempo ha conocido de aquella poesía robusta, patriarcal, épica en el fondo, que no se escribe para los viciosos y los refinados.