Descripción
Autor: Enrique Álvarez
ISBN: 978-84-96920-72-9
Año: 2010
Edita Ediciones Tantín
Nº de páginas: 297
Entre las numerosas personas seducidas por los prodigios y señales de las niñas de San Sebastián de Garabandal durante las célebres apariciones de 1961-1965, se encuentra una conocida dama santanderina que acude a la aldea a pedir a la Virgen la curación de un familiar enfermo de cáncer. En apariencia, el milagro se produce, pero, lejos de suponer la confirmación de la verdad de aquellas apariciones, se convierte en el desencadenante de una historia que la aboca al adulterio y a la tragedia.
Primera reconstrucción novelada de uno de los episodios más significativos y enigmáticos de la historia del catolicismo español del pasado siglo que aún hoy mantiene considerable repercusión internacional, La risa de la Virgen es una radiografía espiritual enormemente precisa de la burguesía española de provincias en el momento crucial que precede a la gran crisis de los años sesenta, y constituye además, en el plano puramente literario, una magistral pieza de perspectivismo narrativo.
Enrique Álvarez nació en León en 1954. Ha publicado las novelas El sueño de la ahogada (1990), El rostro oculto (1994) e Hipótesis sobre Verónica (1995), las dos primeras en esta misma editorial. Y es autor también de una extensa obra cuentística, entre la que destacan Trece narraciones fantásticas (Bruguera, 1982) y El ángel cae (Tantín, 2003). De ella existe una amplia antología, El trino del diablo (Ediciones Menoscuarto, 2006). Desde 1980 publica artículos de opinión en diversos medios de Cantabria, siempre en abierta disidencia con los dogmas y convenciones progresistas, que hacen de él un gran outsider de la vida cultural santanderina.
PRIMERA PARTE
De la boca de los niños y lactantes te preparaste una alabanza a causa de tus enemigos
(Sal 8) Capítulo I
Mabel chillaba y se retorcía de dolor como si estuviera endemoniada. Le había dado de repente, al empezar la comida, y ya llevaba así una media hora. Quizá fueran los nervios por el viaje hacía días que se encontraba tensa- y también por su reválida de sexto, aunque aún faltaban dos semanas para los exámenes. La infusión de tila y manzanilla no le hizo efecto alguno. El viaje estaba seriamente amenazado.
-Váyanse ustedes, me quedo yo con ella dijo Soles.
-Ni hablar contestó doña Visitación-, tú no tienes por qué sacrificarte.
Nada calmaba a Mabel. Se había ido de la cocina al cuarto de estar y seguía gimiendo angustiosamente con los brazos apretados contra el abdomen.
-Lo mejor es que no vayamos ninguno, se acabó sentenció don Casto-, voy a llamar a Amador y a Olga y suspendemos el viaje.
-Esta pija siempre nos tiene que aguar la fiesta dijo Luis lanzando el hueso de un albaricoque por la ventana de la cocina.
Visitación estaba a punto de llorar. Casi seis meses esperando este día, y todo se iba al garete en media hora. Al principio había proyectado ir con Pili Borges, pero ésta había desistido hacía sólo unas semanas; entonces surgió la idea de llevarse a Casto, a Soles y a los chicos. Era un viaje vital para ella y para todos, una ocasión que quizá nunca en la vida se iba a repetir.
-Decidido, llamó a Amador insistió Casto-, nos quedamos.
Y de hecho descolgó el teléfono y pidió una conferencia lo más urgente posible con el número de su cuñado en Cistierna, León. Visita se encerró entonces en la habitación matrimonial y se puso a rezar ante una imagen de la Virgen del Carmen. Sólo se interrumpió al oír la voz de su esposo:
-Nada, no contestan, ya han salido.
Volvió al cuarto de estar. Mabel había dejado de gemir.
-Creo que ya se me está pasando- dijo retorciéndose aún un poco.
-¿Ves? ¿Ves como la Virgen siempre escucha? contestó, y luego para sí: -Gracias, madre bendita, sé que nunca va a fallarme.
Y corrió de nuevo a la alcoba a rematar los preparativos. Desde allí gritó a los chicos que se dieran toda la prisa.
Tres minutos después, Mabel confirmó a su padre que ya estaba bien del todo, pero que prefería quedarse en casa; tenía muchísimo que estudiar.
-Cómo vas a quedarte tú sola protestó él-, ¿y si te revuelve el retortijón?
-Me parece fatal que no vengas, estés como estés gritó Visita desde la alcoba-, ¿Por una sola tarde sin estudiar vas a hacer mal la reválida?
Oblígala, Casto. Es un crimen que no venga a nosotros a una cita como ésta.
-Mamá, respeta mis decisiones se enfureció Mabel.
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