Preciosa. La vaca pinta de Genarín
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En una pequeña aldea, que a ciencia cierta no consigo situar en el mapa pues es tan diminuta que no me extrañaría que los cartógrafos se hubiesen olvidado de ella, vive Genarín. Tiene cinco años y el el único niño de este diminuto pueblo que se reduce a seis familias. Todos viven de la huerta y las vacas.
Genaro, el padre de Genarín, tiene un viejo camión con el que se desplaza a las ferias y en el que trae los terneros cuando la ocasión se presenta propicia.
Las seis casas de la aldea son todas de piedra, con sombríos portalones y las cuadras adosadas a las viviendas. Hay también una pequeña ermita donde los domingos un cura viejo viene a decir misa.
Todavía se mantienen en pie los muros de un par de casas que sus habitantes abandonaron, buscando mejor suerte, bastantes años antes de que naciese Genarín. Por ellos han crecido el musgo y la hiedra, y el silencio se ha quedado prendido en la piedra.
Agapito dice que no hay que pasar cerca de ellos, que trae mala suerte.