Descripción
Autor: Roberto Orallo
ISBN: 9788415484370
Año: 2013
Lleva tres ediciones, en tiradas cortas de cien ejemplares numerados, el libro “Catarsis”, de Roberto Orallo, editado por Tantín. La “catarsis” del pintor santanderino, ya jubilado de sus tareas académicas, está compuesta por un total de 32 obras, que se recogen en las páginas de la derecha del libro, y que se ven completadas, explicadas, interpretadas o sugeridas con textos alusivos del propio Orallo en las páginas de la izquierda. El papel elegido para el libro, negro, es coherente con la característica formal más evidente de esta nueva creación, la sustitución del color por el blanco y negro; el color, si aparece, lo hace de manera muy episódica, todo está contrastado, con muy escasas concesiones al matiz y a la impostura, a pesar de la expresión constante de la alucinación y del terror. El término griego “catarsis” significa propiamente “purificación” y se refiere, entre otras cosas, a la experiencia del miedo y de la compasión para llegar a purificar el alma; el espectador de una tragedia griega, por ejemplo, ve en los personajes de la obra una enseñanza para su propia conducta, hay un conocimiento de la propia emoción que lleva al cambio de comportamiento o a una mayor consciencia, precisamente, de las emociones.
Obviamente, la “catarsis”, y creo que es en este punto donde cobra interés para Orallo, se relaciona con el cambio, un cambio personal que puede ser impuesto o asumido por cada uno. Su jubilación el 30 de junio de 2012 es la fecha clave que motiva el obligado cambio personal, el enfrentarse a un nuevo horario, a un nuevo mundo que en realidad no es más que la necesaria prolongación del “anterior”. El sentimiento personal enmudece en un universo de sentimientos personales, la jubilación enmudece en un universo de jubilaciones, pero el sentimiento es inevitable. Hay una crisis general y una multitud de crisis individuales: la de Orallo rebosa este libro, pero con una mirada hacia la vida y su grandeza. Es obvia la relación de la obra con el contexto histórico, la crisis, el escepticismo generalizado y la aparente preponderancia en el guiñol de nuestro mundo de “la bruja ideológica, malsana, perseguidora, / inquisidora, frustradora”.
Nunca ha ocultado Orallo su preferencia por el trabajo noctámbulo, las horas de soledad bendecidas por la noche en que el artista crea y trata de buscarse a sí mismo. Este trabajo se relaciona también con esa práctica personal de crear de noche, entre la vigilia y el alba, enfrentándose el genio a la nada y tratando al fin de comunicar un mensaje que, como la propia catarsis indica, no puede llevar más que a una mejora. Pero ello implica un sufrimiento: la alucinación de la sabiduría y del recuerdo, el intento por comprender cuando sólo parece que se oye silencio, el insomnio desesperado: “He salido de mi nueva “oficina”. / Me dirijo al edificio. / Está entreabierto. / Me asomo; veo algo que me recuerda. / No me atrevo a entrar. / Vuelvo al rincón junto a la ventana”. Las nuevas creaciones de Orallo, que han sido expuestas hace algunas semanas en el Espacio Fraile y Blanco, son noticia de un mundo en el que vuelve a sufre el individuo la alienación (hace tiempo que el término parece haber perdido su importancia) y la imposibilidad de cada cual para desarrollarse, entre espacios protectores y un “edificio”, constante en el libro, que aterroriza al protagonista y que es probable símbolo de opresión, oficialidad vana y descreída e ignorante ingratitud. En esta situación frustrante y atemorizada cobra alucinada importancia el recuerdo: “Hoy me llegan recuerdos de la infancia. / Cuando hablan de ella, hay un abanico de / sentimiento. / Quizás en esta casa hablen de los míos”.
Sabíamos que Orallo era un narrador; no exactamente un narrador con la palabra, sino con la imagen y, con ella, el concepto representado en los perfiles humanos, los paisajes inhóspitos, los rincones urbanos, la sociabilidad nocturna de las almas solitarias que se encuentran y desaparecen. En esta “Catarsis” Orallo ha querido exponerse a sí mismo. Tal vez sin pretenderlo, se ha hecho voz y pintura de muchos otros.